Pese a ser un solo show, encontramos a Leo Mateos en el escenario, entregado para ofrecernos capas sonoras de guitarra y una parte vocal posicionada para unificar el mensaje. Canciones como Valentino Envenenado mutaron en este show, pasaron a ser más crudas, pero a la vez más bonitas (por lo sincero). Lo mismo pasaría con Mensajeros del miedo, que se presentó como un muro del sonido, intenso para que la parte vocal, perfectamente recitada fuese el epicentro de todo. Destacaría de este show, de unos 50 minutos, la revisión de No mires a los ojos de la gente y El Hijo de Dios que mantenía la propuesta de la guitarra que identifica el tema. Gran gesto recordar un clásico y volver a un tema que es un single de su proyecto Nudozurdo, todo esto entre la selección cuidada de los temas de su disco donde, destacaron estas dos propuestas por como se ejecutaron. Leo Mateos es una animal encima del escenario, transmite mucho y con todo, nos transportó a este universo.
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