Así se presenta el artista que el dos de agosto estará en Madrid:
*Toc
toc*....
"¿Es
este tu hijo?"
Mi
madre me cuenta que tan pronto como pude caminar, si ella se distraía
un segundo, yo volvía a manos de extraños. Un problema que, en
viajes de camping, obligaba a mi familia a atarme los árboles. Con
lo que me daba la cuerda, yo huía de los orígenes, sin miedo de las
fronteras, y estirando la tensa cuerda. Nací errante.
Aprendí
a tocar el piano y lo cambié por la guitarra de mis hermanas - que
iba a graffitear incluso - antes de haber escuchado nunca Nirvana. Me
sentaba en las vallas para escuchar a los vecinos reproducir emisoras
de radio extranjeras. El padre me regaló Neil Young en Navidad y yo
me enfadé... hasta que lo supe interpretar. Mi zona de juegos
aparecía después de la iglesia cada domingo, saltando de un
instrumento a otro para probarlos todos. Si la banda tenía tiempo
suficiente, me enseñaban escalas y ritmos antes de que la gente
llegara y después de que el Espíritu Santo se marchara.
Me
empapé de todo lo que mis oídos podían captar hasta saturarlos,
surgieron mis canciones y melodías y exprimí mis tribulaciones de
adolescente.
La
amistad con un hombre ciego que me doblaba la edad me enseñó las
mejores lecciones de blues, country y bluegrass. Nos estábamos en la
cocina o el jardín trasero escogiendo o rechazando canciones durante
horas y horas. Bebiendo litros y litros de Coca Cola durante esas
tardes de color ámbar, ya que él llevaba 15 años sereno y yo era
demasiado joven para beber alcohol. Un verdadero amigo que me obligó
a cantar desde el corazón, y muy fuerte. Un buen americano, que me
dijo que si una canción tenía significado sin ningún tipo de
sentimiento entonces no servía para nada.
Terminé
mi formación como carpintero a los 21, y empecé a construir y
demoler, desguazar y pulir canciones de la misma manera que había
hecho casas, edificios, escuelas y muebles. Con una banda
heterogénea, formamos el grupo Midnight Express, y no me importa
decir que lo dejamos morir. Pero mi mente estaba centrada en viajar y
en una luz lejana. Conduciendo fumado, con el maletero lleno a
rebosar y "Blonde on Blonde" sonando demasiadas veces.
Hay
muchas anécdotas que podría contar. Todas ellas narran una
historia, pero lo que quedaba eran más canciones y cicatrices,
océanos y desiertos. Innumerables trenes y aviones, saltando de
coches y barcos, todos los pueblos y ciudades colisionando. Duras
lágrimas y la adicción al buen tiempo, los mejores amigos de la
cosecha.
He
tenido suerte, aún estoy vagando. Me permite perderme y encontrarme
y no estar atado por ser conocido. Camino amablemente por este mundo.
Bailamos
con las historias para recordar. Algunos bailan para dar sentido a su
conciencia. Yo bailo para perderla. Cuando subo al escenario, voy a
bailar. De forma química, reactiva, irracional, política, física,
ambiental. Para hacer frente a las imágenes que han cambiado, al
igual que las notas y palabras con un nuevo significado. En los
momentos inmediatos a los trenes de mercancías que están llenos de
perdón, esperanza y pérdida de la inhibición. Poder compartirlo
con todo el mundo es un honor. Compartir en momentos de cambio es la
vida misma.
"Porque
los mejores son siempre los alegres", dice Keats
"Porque
amar es liberar", digo yo. Encantado de conoceros.
Steve
Smyth
Su música nos recuerda a lo mejor de la escena americana de los 70 con un claro guiño a los cantantes británicos. Esta es una muestra de su estilo, yo me quedo con A Hopeless Feminist:
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